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¿Qué es la educación ambiental?
En 1968 el Club de Roma elaboró un informe sobre el estado del planeta, y en uno de sus puntos demostraba que si el modelo de crecimiento demográfico, que es prácticamente exponencial, el modelo de impacto en el planeta y de explotación de recursos continuaba igual, la esperanza de vida de los humanos en la Tierra era de 100 años. Esto no tenía precedentes históricos, fue muy grave. Por primera vez, en 1973 se convocó en Estocolmo una conferencia sobre medio ambiente que reunió a un centenar de ministros de Exteriores de muchos países, y lo primero que reconocieron es que la humanidad estaba en peligro. La humanidad, no el planeta.
Hay que entender que los humanos hacemos dos tipos de evolución: una que es biológica, perpetrada a través de la reproducción, y otra que es cultural, que la perpetramos y mejoramos a través de la educación. Por lo tanto, se entiende que la educación tiene que ser la herramienta que debe hacer cambiar las formas de relación de los humanos con el planeta. Y es aquí donde nace la necesidad de poner en marcha una nueva educación que capacite sobre los límites del planeta y que forme sobre el conocimiento del medio. Esto es la educación ambiental, que tiene muchas variables, pero todas las estrategias educativas van encaminadas a capacitar a los individuos, niños y estudiantes, a conocer mejor el funcionamiento del planeta y nuestras relaciones con él, que en esencia es la capacidad para entender mejor el mundo.
Los jóvenes crecen en un cierto estado de alarma sobre el estado del planeta, pero no es lo mismo esto que la concienciación. ¿Se educa y se forma en la dirección adecuada?
Quizá no. Seguramente hay una educación alarmante, que la hacemos con buena fe pero que no debe hacerse. Asustamos a los niños y niñas, y es horroroso. Les decimos que si no reciclan y que si no son buenos chicos con el medio se están cargando el planeta, y eso es una barbaridad. En educación, si asustamos cumplimos un principio formulado por Paul Ehrlich llamado «efecto llamarada»: si a un niño lo asustas o amenazas, no lo motivas sino que le provocas una desconexión.
Esta incapacidad para reaccionar frente a los problemas ambientales se podría explicar también con el llamado «efecto kriptonita», en referencia al cristal con el que Superman perdía toda la fuerza. Podríamos decir que nuestra sociedad está kriptonizada, porque esta alarma hace que nuestros chicos y chicas o se angustien o desconecten. Por lo tanto, esto tiene que hacerse de otra forma.
¿Y cómo se hace? Porque no se está haciendo.
El miedo es un mal instrumento. Debemos capacitar, formar para ser críticos. La educación y la comunicación basadas en el miedo no tienen efecto. No hemos de olvidar que los humanos, aunque a veces nos parezca que no, somos homínidos, somos unos primates superiores, no somos algo aparte. Y, como homínidos, si alguien nos asusta ponemos en marcha el mecanismo de la desconexión para superar el miedo.
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