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lunes, 4 de junio de 2012

Terrón Amigón, E.: La educacion ambiental ante los desafios del siglo XXI


Los principios rectores para la planeación de la Educación ambiental surgidos en la Conferencia de Estocolmo, partieron de la siguiente interrogante: ¿Cómo la educación puede encarar cuestiones que plantean desafíos a los principios económicos, las creencias religiosas, los objetivos sociales, las estrategias políticas, la ética individual y las aspiraciones que han guiado a nuestras sociedades?, considerando que la planeación debería basarse en las necesidades locales, en la participación social, en la posibilidad de construir un futuro distinto, de transformar valores y actitudes humanas en favor de la protección y restauración del ambiente, en transformar la concepción prevaleciente de la organización social con relación a la naturaleza, en formar una conciencia de la problemática ambiental.
En este sentido, se enfatizó la necesidad de cambiar las creencias e ideas arraigadas por nuevos ideales universales en los que pueda confiar y tener fe el mundo del futuro; de cambiar nuestras formas de vida, de reemplazar la competición por la cooperación, de eliminar la publicidad comercial, de rescatar la ciencia de su sumisión actual a la guerra y de descubrir nuevos móviles para reemplazar el lucro personal, atribuyéndole un carácter más humano a la palabra progreso y desarrollo, ( Buzzatti-Traverso, en UNESCO, 1977:15).
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Teniendo en cuenta que las experiencias educativas tradicionales y sus problemas metodológicos específicos como la carencia de una visión global en los programas educativos, la tendencia a acentuar la especialización y a fomentar una percepción estrecha de la realidad, que no suscitan una respuesta activa de los alumnos y obstaculizarían el desarrollo de la Educación Ambiental.
Se consideró relevante enmarcar el proceso educativo, en un contexto cambiante en el cual se engendran sin cesar innovaciones económicas y socioculturales y nuevas problemáticas; en una historia humana actual, donde los conocimientos, la competencia técnica y ciertos valores se transforman profundamente y a veces radicalmente, en un plazo de tiempo más corto que el de la vida de un hombre.
No considerar esta educación como una nueva disciplina que viene a sumarse a otras ya existentes, ya que es considerada como la contribución de diversas disciplinas y experiencias educativas al conocimiento y a la comprensión del medio ambiente, así como a la resolución de sus problemas y a su gestión.
Reconocer como punto de partida de esta educación, los problemas concretos de la realidad, en un marco analítico interdisciplinario, holístico, participativo y comunitario.
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La problemática que da luz a la Educación ambiental, sigue prevaleciendo a finales de esta década, el comienzo del tercer milenio de acuerdo con importantes autores, lo caracterizan importantes tendencias, por un lado, se distingue un mundo que tiende a desbordarse consubstancialmente a la marcada inercia del crecimiento sin limites -prioridad de los países que tienen el poder económico-, que lo proyecta hacia un futuro incierto y nebuloso (Leff, 1999), y cuyos efectos no se están haciendo esperar, como hemos visto en líneas anteriores son ya evidentes.
Por otro lado, la utopía de construir un mundo nuevo permeado por procesos más democratizadores, de igualdad, de equidad, de libertad, de autonomía, donde prive el reconocimiento de la diferencia, la otredad, la diversidad, las reivindicaciones de género, la participación y la expresión de la ciudadanía, los derechos de los pueblos indios. Un proceso emancipatorio cuyas expectativas de justicia social, fueron vislumbradas en los análisis previos que dieron origen al Marco General de la Educación ambiental y que fueron nuevamente recordados en la Cumbre del Milenio acabada de realizar por la ONU en la primera semana de septiembre de 2000.

Otras dos grandes tendencias del siglo que se avecina, son planteadas en el informe especial del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Global Environment Outlook 2000, GEO 2000, la primera se refiere a las graves desigualdades en la productividad y en la distribución de bienes y servicios, que amenazan el ecosistema humano global, y la segunda, al ritmo actual del crecimiento poblacional y económico que ha puesto en peligro los logros ambientales aportados por las nuevas tecnologías limpias y la aplicación de políticas congruentes con un desarrollo sustentable.
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Con respecto a éstas Rodolfo Stavenhagen (2000), señala en primer lugar, como un problema importante, la interdependencia que la creciente globalización de las relaciones económicas propicia entre los países, imposibilitando que región alguna
del planeta pueda cerrarse o aislarse de los vientos de la internacionalización. Lo considera un problema por la repercusión de este cambio en las expectativas de vida, trabajo y bienestar de todos los pueblos, primordialmente porque la globalización no se expresa únicamente en las relaciones económicas, sino también viene a transformar nuestra visión del mundo, nuestras identidades nacionales y nuestra conciencia de nosotros mismos, no sólo mediante la tecnologización sino por las diferentes vías educativas que se utilizan para la alienación psicológica de los individuos.
A la par de esto, el crecimiento económico a ultranza que la caracteriza al no considerar los costos de tipo social, cultural o ambiental, tiende en su proceso a marginar más a la población ya de por sí marginada, ya que, si bien para algunos la globalización significa compartir el progreso y el bienestar a escala mundial, para otros significa reducir el numero de ricos y aumentar el número de pobres en el mundo; contando además que los procesos acelerados de crecimiento económico que la sustentan, inciden determinantemente en el deterioro de la naturaleza y del ambiente total.
La segunda tendencia, el vertiginoso avance de la ciencia y de la ciencia aplicada (tecnología), si bien hace grandes contribuciones al mundo, también presenta cambios que afectan nuestras vidas y nuestra cotidianeidad, y con frecuencia ni siquiera nos damos cuenta de sus impactos y consecuencias. Así, desde la biotecnología aplicada a la agricultura y a la medicina, hasta la automatización de los procesos productivos y los sistemas de circulación, resulta una apreciación diferente del mundo.
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La Educación en Ciencias Naturales, no escapa a este contexto, y como tal tiene una intencionalidad que se corresponde con intereses y formas de pensar determinadas, la práctica educativa de esta educación, como lo ha recalcado Stavenhagen. también conlleva valores y formas de ver el mundo, y es necesario tener claro el pensamiento que orienta esta práctica y los intereses a los cuales sirve.
Las Ciencias naturales tienen una relación de conocimiento con la Educación ambiental, las primeras contribuyen con el conocimiento de una parte de la realidad: el conocimiento físico y orgánico de la naturaleza, incluida en ésta el propio organismo humano, la dimensión ambiental abarca toda la dimensión de la experiencia humana y de toda la vida en la tierra, por lo que, en el conocimiento de los problemas ambientales y de sus posibles soluciones, está implicado el conocimiento de las ciencias naturales como de las ciencias sociales, en su trama de relaciones e interrelaciones.
En esta perspectiva, es importante que la enseñanza de las ciencias naturales dirija el análisis del contenido que aporta para la comprensión del medio ambiente, hacia los principios de la Educación ambiental como parte del aprendizaje normal diario, comprometiéndose con el conocimiento profundo del contenido de la propia disciplina, con sus valores y métodos de aprendizaje, orientados al desarrollo humano.
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Tomado de: Ciencia y Docencia. Revista de la Academia Mexicana de
Profesores de Ciencias Naturales A. C. No. 3 Enero-diciembre 2000. (Pág- 5-13).
Texto completo en: http://anea.org.mx/docs/Terron-EducAmbSigloXXI.pdf

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