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sábado, 29 de enero de 2011

Pepe Gutiérrez y Teresa Pozo. Stultifera navis: celebración insostenible

A lo largo de este texto se pone énfasis en una crítica contundente a las grandes celebraciones  ambientales, a los excesos que se cometen en tantos protocolos, rituales institucionales y, sobre todo, al inútil desgaste de energías que se pierden mientras quemamos velas y derrochamos recursos estériles de forma innecesaria bajo un modelo más centrado en los fuegos artificiales del evento que en el fondo de las cuestiones que se abordan y el impacto que han de tener las acciones en la realidad.
La celebración de la década de la educación para la sustentabilidad por parte de la UNESCO, no puede impedirnos caer en la tentación de retrotraernos a escenarios pasados con los que bien pudiéramos establecer un cierto paralelismo entre algunos de los textos de la literatura clásica del siglo XV1 y las pretensiones y ostentosidad con que se conmemora el crecimiento sostenido de la década, 2005-2014; sin haber establecido de entrada la más mínima demarcación conceptual y terminológica acerca del significado de los términos y de la opción por la que se apuesta. Un énfasis importante se ha puesto desde el mundo educativo al intentar establecer una diferenciación clara y operativa a lo largo de la década de los noventa. Aportaciones más recientes acrecientan en mayor grado estas discrepancias al matizar las diferencias semánticas según los diferentes contextos de uso. 

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En un ritual como éste que ha de durar una década, dos lustros, diez años, tres mil seiscientos cincuenta días…, en el que no se establece explícitamente el marco conceptual por el que se apuesta, cabe preguntarse con ingenuidad: ¿qué es realmente lo que se celebra? Podíamos ir más allá, y cuestionarnos cosas más concretas como por ejemplo, el gasto publicitario que un evento de esta magnitud puede acarrear. Posiblemente los medios de comunicación nos recordarán a diario, por activa y por pasiva, que deberíamos hacer algo para comprometernos en la conservación del planeta, nos invitarán a asociarnos, a participar en campañas verdes, y asistir a plantaciones de arbolitos, a ondear banderas, a lucir gorras, chapas y pegatinas con eslóganes oficiales de instituciones, multinacionales y patrocinadores de distinta catadura moral. ¿Alguien se ha preguntado por el número de empresas y el tipo de empleados que van a beneficiarse del evento? ¿Alguien se ha preguntado cómo vamos a conseguir mantener la actividad y la atención de los ciudadanos “de forma sostenida”, durante tanto tiempo sin que la gente acabe aborreciendo el desarrollo sustentable?
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En su historia de la locura, Michel Foucault (2000: 30), incluye un capítulo titulado Stultifera navis, donde da cuenta detallada de cómo la imaginación del ser humano en las civilizaciones clásicas ha estado acompañada de una importante dosis de locura e imaginería. Locura en su versión utópica, eu-topos, lugar imaginario, en su acepción de mundo feliz y proyecto de futuro dinámico, anhelo de cambio y deseo de transformación y búsqueda del mejor mundo posible en función de nuestra capacidad de moldear el ambiente. También el concepto de locura roza con frecuencia los límites de lo absurdo y de lo anormal, de lo atípico y de lo contracultural, y por eso suele ser objeto de rechazo.
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Tomado de TRAYECTORIAS AÑO VIII, NÚM. 20-21 ENERO-AGOSTO 2006. Artículo completo en: http://trayectorias.uanl.mx/20y21/dossier/stultifera_navis.pdf 

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