Páginas / Web-orrialdeak

jueves, 13 de febrero de 2014

Adolfo Agundez Rodriguez et France Jutras (2013): Enseigner et penser l'éducation à la consommation

Mi participación en el 5ºWEEC, en Montreal (Quebec), se saldó entre otras cosas con el encuentro de un amigo para toda la vida: Adolfo Agúndez. Nos vimos en una ponencia, me interesó su trabajo, le interesaron mis preguntas, nos perdimos por los pasillos, pero cuando nos vimos comenzó una entrañable historia con él y su familia. La verdad es que una ponencia que se titula "La educación para el consumo desde la asignatura de filosofía para niños" es de lo más sugerente.
Adolfo y Jutras han realizado una publicación coral en la que aparecen Juan Carlos Lago, Didier Moreau, Eirick Prairat, Christiane Gojier, Héloïse Côté... Josep Bonil, Genina Calafell, Marta Fonolleda, MAia Querol, Rosa María Pujol... y en el el capítulo 10, Adolfo, el Equipo del CEEP-SESZ y el que suscribe firman "Un ejemplo de intervención de educación para el consumo en el marco de la educación ambiental".

Resumen: Como seres humanos, consumimos todos los días. Por supuesto. Sin embargo, podemos examinar los efectos de consumo, las formas de consumo y los problemas del consumo. Los sociólogos que están interesados ​​en estos temas analizan el consumo a largo. Y lo hacen con gran precisión desde el nacimiento de la sociedad de consumo, del consumo de masas hasta hoy. Estas cuestiones implican también el mundo de la educación en términos de educación para el consumo. Por otra parte, la educación de la persona consumidora en la escuela y en las asociaciones para la protección del consumidor o consumidora o la protección del medio ambiente, tienen una larga historia. Pero podemos decir que, en general, no se pone de relieve e incluso, a veces, se descuida o se ignora. En este libro, las contribuciones de expertos internacionales proporcionan una filosófica reflexión sobre los estudios científicos y sobre la ciudadanía y el medio ambiente. Éstas permiten tomar orientaciones generales al considerar hacer educación del consumo en el aula, así como ver enfoques y observar experiencias de aprendizaje que se apoyan en público diversificado.

Tomado de: http://www.auteurs.uqam.ca/par-date/2013/item/1498-enseigner-et-penser-leducation-a-la-consommation.html

Adolfo Agúndez (dcha.) y el que suscribe en Marrakech, disfrutando del entorno del 7WEEC 

Capítulo 10. UN EJEMPLO DE INTERVENCIÓN EN EDUCACIÓN PARA EL CONSUMO EN EL MARCO DE LA EDUCACIÓN AMBIENTAL

José Manuel Gutiérrez Bastida, Adolfo Agúndez y Sukarrieta Taldea - Grupo de Investigación Educativa

Resumen
En la misma línea que varios autores que han analizado el fenómeno del consumo en la sociedad de hoy en día, podemos afirmar que el modelo de consumo predominante en el mundo occidental no es ni sostenible, por favorecer la sobreexplotación de los recursos del planeta más allá de su capacidad de regeneración, ni justo, al imposibilitar el acceso de los habitantes de las sociedades más pobres a los bienes más básicos necesarios para su subsistencia (Taibo, 2009; Gorz, 2008; Latouche, 2007; Riechmann, 2004; Rist, 2002). Partiendo de este presupuesto, cabe preguntarse por el rol que la enseñanza obligatoria debe cumplir para abordar estos problemas ligados al modo de consumo imperante y que están relacionados con la capacidad del planeta como hábitat y con el desarrollo de las capacidades de los seres humanos en su conjunto.

En este sentido, consideramos que, tanto a partir de la epistemología constructivista como de los fundamentos de la educación ambiental (EA en adelante), pueden erigirse las bases para la elaboración de un modelo de intervención educativa que ayude a entender que los humanos compartimos con el resto de seres vivos un planeta finito, donde los recursos naturales acumulados durante millones de años están siendo esquilmados de manera alarmante en unas pocas décadas, especialmente desde los años 1980 hasta nuestros días. Dicho modelo educativo, situando al centro el discurso de los valores humanos, tratará de desarrollar en los estudiantes una actitud crítica hacia el estilo de vida (y consumo) propio de nuestras sociedades occidentales, que desemboquen en la propuesta de soluciones a los problemas asociados al consumo, en cambios de actitud y en la realización de acciones conducentes al cambio y a la mejora sociales, tanto a nivel individual como colectivo.

En este modelo, que a continuación presentamos, la evaluación es el eje principal alrededor del cual puede regularse el proceso de enseñanza-aprendizaje. Por parte del docente, dicha regulación se traduce en la incorporación de los ajustes necesarios conforme avanza el proceso de enseñanza. En lo que se refiere al estudiante, la evaluación le permite autorregular su propio proceso de aprendizaje y, por ende, sus propias actitudes consumidoras en la vida cotidiana, de una manera más reflexiva y crítica.


Introducción

El modelo educativo que presentamos a continuación surge de la investigación-acción del Grupo de Investigación Educativa Sukarrieta Taldea (País Vasco, España). Dicho centro se ubica en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai (MaB), lugar donde desarrollamos programas de corte constructivista entroncados en problemáticas medioambientales reales asociadas a nuestro entorno, donde la evaluación-autorregulación se erige en elemento central del modelo educativo y motor del proceso de enseñanza-aprendizaje. Por nuestro centro pasan anualmente alrededor de 3.500 estudiantes y 200 docentes de aproximadamente 100 centros educativos. Los participantes en el programa se quedan una semana completa en el centro, durante la cual se trabaja en torno a uno de los cinco programas que se ofertan en torno a los siguientes cinco temas: Tierra, Agua, Ría, Bosque y Planeta Verde, este último centrado concretamente en la problemática del consumo.

Desde Sukarrieta Taldea, se promueve un modelo educativo que permite al alumnado utilizar la evaluación como elemento de mejora de su propio proceso de aprendizaje. En este sentido, en la medida en que cada estudiante sea capaz de ajustar su progreso, logrará un mayor control sobre su aprendizaje y la construcción de su propio conocimiento. Esto impulsa cambios actitudinales tendentes a la protección del medio ambiente en general, lo cual incluye la adopción de actitudes de consumo en una línea éticamente responsable.
Según Tilbury (2000): «Hemos resuelto el por qué y el para quién, pero la pregunta del cómodesarrollar programas y proyectos eficaces de educación ambiental  no ha recibido aún la atención necesaria» (p. 25). Nuestra intención, en este capítulo, es aportar un grano de arena al cómo practicar una educación ambiental que responda a las necesidades de nuestro tiempo, centrándonos concretamente en su aplicación directa al tema del consumo.

1. Crisis medioambiental y consumo.

En las últimas décadas, como consecuencia de la actividad humana, nuestro planeta ha sufrido fuertes impactos que afectan de forma directa la vida de los seres vivos que lo habitan. Al hilo de los avances tecnológicos y científicos, las sociedades occidentales han ido desarrollando un determinado estilo de vida que ha traído de la mano un cambio en los modos tradicionales de producción y consumo. Consecuencia de ello, es la sobreexplotación de la Naturaleza a fin de satisfacer una forma de consumo insostenible para el planeta y de la cual queda excluida la gran mayoría, que queda al margen hasta de la obtención de los bienes más esenciales para la subsistencia.

Esta situación está provocando los consabidos, pero no por ello menos graves, problemas en nuestro planeta: cambio climático, pérdida de tierra cultivable, desertización, destrucción de bosques, pérdida de biodiversidad, contaminación de los océanos, acumulación de residuos, etc. Por otra parte, los problemas sociales también se han agravado, fundamentalmente en lo que se refiere al enorme abismo que separa los países ricos y pobres, que es cada vez mayor: “ningún dato invita a concluir […] que la globalización haya tenido efectos saludables en materia de reducción de la pobreza. Hoy en día el 20 por ciento más rico de la población mundial corre a cargo del 86 por ciento del consumo, mientras al 20 por ciento más pobre le corresponde un escueto 1.3 por ciento” (Taibo, 2009, p. 15). Evidentemente, a la vista de lo que sucede, no estamos ante un conjunto de problemas sin conexión, sino que, más bien, nos enfrentamos a un gran problema sistémico de orden mundial.
Ésta tesis, que puede parecer excesivamente dramática, no parte exclusivamente de sectores ecologistas, radicales o anti-sistema, en contra de lo que a veces pueda parecer o nos quieran hacer creer a menudo los medios de comunicación social. Ya en el Informe Brundtland, de 1987, avalado por la Asamblea General de la ONU, se dice que “somos unánimes en la convicción de que la seguridad, el bienestar y la misma supervivencia del planeta dependen ya de cambios en las estructuras institucionales y en el uso de los recursos”  (CMMAD, 1989, p. 404). En este mismo sentido, unos años más tarde, mientras los líderes políticos abogaban en la cumbre de Río de Janeiro por el desarrollo sostenible, más de 1.500 científicos, entre ellos 99 Premios Nóbel, redactaban el Aviso a la Humanidad de la Comunidad Científica en el que destacaban que:

nuestra civilización está en proceso de colisión con el mundo natural y no quedan más que una o muy pocas décadas antes de perder la oportunidad de eliminar la amenaza que encaramos ahora y de que la humanidad se encuentre con una perspectiva (de recursos y servicios naturales) inconmensurablemente disminuida (UCS, 1992, p. 1).

Las opiniones en este sentido van creciendo en la medida en que se obtienen más datos. En el año 2000, por ejemplo, la Asamblea General de la ONU aprueba la Declaración de los Objetivos del Milenio en la que se afirma que:

No debemos escatimar esfuerzos por liberar a toda la humanidad, y ante todo a nuestros hijos y nietos, de la amenaza de vivir en un planeta irremediablemente dañado por las actividades del ser humano, y cuyos recursos ya no alcancen para satisfacer sus necesidades» (ONU, 2000, p. 6)

Dichos Objetivos del Mileniohan estado, y siguen estando, en el centro del discurso medioambiental de la primera década del s.XXI, recordándonos junto a Ban Ki-Moon, Secretario General de la ONU, que «tenemos el pie atorado en el acelerador y rodamos hacia el abismo» (frase dicha en el transcurso de las sesiones de preparación de la Cumbre sobre Cambio Climático de Copenhague en diciembre de 2009 y divulgada por BBC News, 2010).

En definitiva, el planeta -y por tanto sus habitantes- está sufriendo una crisis ambiental creciente cuya causa la podemos encontrar en la citada Declaración del Milenio que dice: «Es preciso modificar las actuales pautas insostenibles de producción y consumo en interés de nuestro bienestar futuro y en el de nuestros descendientes» (ONU, 2000, p. 2). La propia Declaración del Decenio de Naciones Unidas para la Educación para el Desarrollo Sostenibletambién incide en esta idea: «La economía global de mercado en su estado actual no protege el ambiente y beneficia aproximadamente a la mitad de la población mundial» (ONU, 2002, p. 25). Más recientemente, coincidiendo con el aumento de la población humana a los siete mil millones (declarada en los medios de comunicación de todo el mundo el primero de noviembre de 2011), la ONU recuerda que, a fin de reducir los graves problemas ambientales que amenazan drásticamente la vida en el planeta (fundamentalmente el aumento de la temperatura por encima del límite considerado seguro), lo urgente no es tanto controlar el crecimiento de la población humana sino, más bien, controlar el sobreconsumo (PNUE, 2011). Por todo ello, podemos concluir que la manera de consumir de los países enriquecidos se constituye en un elemento clave de la crisis ambiental.

A menudo, las respuestas a esta crisis se amparan en una confianza ciega y poco fundamentada en que sea el propio sistema económico que ha generado dicha crisis, especialmente gracias al desarrollo vertiginoso de nuevas tecnologías que lo caracteriza, el que evitará los problemas medioambientales en el futuro, lo cual viene a contradecir la máxima del profesor Einstein, que nos recordaba que no podemos solucionar problemas usando el mismo razonamiento que usamos en el momento en que los creamos. Como soluciones alternativas a ésta que confía, sin cuestionarlo, en el sistema político-económico imperante, surgen las propuestas que emanan del discurso de la sostenibilidad, de la economía ambiental o sostenible, del paradigma eco-social o de la EA, en la misma línea que acordó hace ya casi cuatro décadas la ONU, en el Principio 19 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano de Estocolmo:

«Es indispensable una labor de educación en cuestiones ambientales, dirigida tanto a las generaciones jóvenes como a los adultos y que presente la debida atención al sector de población menos privilegiado, para ensanchar las bases de una opinión pública bien informada y de una conducta de los individuos, de las empresas y de las colectividades inspirada en el sentido de su responsabilidad en cuanto a la protección y mejoramiento del medio en toda su dimensión humana.» (ONU, 1972).

En este capítulo, nos vamos a centrar en la propuesta que emana de la EA, haciendo especial hincapié en lo que trata de materia de consumo.

2. La educación ambiental

La EA ayuda a entender que la capacidad del planeta es limitada y que el modelo de desarrollo de los países enriquecidos ha provocado una crisis ambiental con graves consecuencias para los sectores de la población más desfavorecidos, para los ecosistemas y, en definitiva, para la vida en la Tierra. Cuestionando los comportamientos y acciones cotidianas, así como los valores que a menudo los sustentan,  la EA ayuda a desarrollar una actitud crítica hacia el estilo de vida de la población de los países más desarrollados económicamente, con el fin de provocar la proposición de alternativas y soluciones a los problemas ambientales y poder así actuar en consecuencia, tanto individual como colectivamente.

Sea como fuere, desde nuestro Grupo de Investigación participamos de una EA que abarca los elementos culturales que inciden en la vida de los individuos y de la colectividad, elementos que el sujeto no puede eludir y que influyen y afectan al plano emocional, intelectual y de la acción ética. Participamos de una EA que trabaja en clave de problemáticas ambientales y de escenarios que incluyen sueños de futuro. Participamos, en definitiva, del espíritu optimista de Novo (1998):

La EA se nos revela, así, como un eficaz instrumento para contribuir a ese reto ineludible: convertir a los habitantes del planeta en ciudadanos responsables respecto al medio natural, social y cultural en el que desarrollan su vida y, a la vez, reequilibrar en términos de equidad las relaciones entre los distintos colectivos humanos (p. 19).

Y también nos identificamos con la visión compleja e integradora de García (2004): «Se trata de construir conocimiento práctico vinculado a la acción, teorías mediadoras entre las declaraciones ideológicas, los grandes fines, la fundamentación teórica y la actuación educativa, modelos didácticos en definitiva» (p. 194).
Además, no debemos olvidar que la educación ambiental es permanente y multidimensional. Esto es, no es propiedad exclusiva ni afecta tan sólo a los estudiantes de la enseñanza obligatoria o superior. Nos afecta a todas las personas, sea cual sea nuestra edad, independientemente del papel social que cumplimos. Trata de pájaros y de árboles. Sí. Pero no sólo. La educación ambiental trata de la complejidad, de los sistemas ecológicos y humanos, de la psicología y la sociología, de la ecología y de la política, de la gestión administrativa y de los ecosistemas, de la ordenación territorial y de la participación democrática. De todo aquello, en definitiva, que, de una manera u otra, aporte a la sostenibilidad. Y tiene un carácter eminentemente práctico. Ofrece, por tanto, un escenario ideal a la temática del consumo, ya que apunta directamente a nuestra responsabilidad y a la vertiente ética de nuestra manera de consumir, a sus causas así como al alcance de sus consecuencias. En efecto, pensamos que por todo esto la EA supone un marco teórico ideal para el desarrollo de la educación al consumo, ya que la complejidad y multidisciplinariedad que requiere el desarrollo teórico y práctico de aquélla, es también absolutamente necesario para un idéntico desarrollo de ésta.
                                              
3. Modelo de programa de educación ambiental centrado en el consumo

Resto del Capítulo: aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario