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martes, 14 de enero de 2014

Ángel Liceras (Univ. de Granada) (2013): Didáctica del paisaje. Lo que es, lo que representa, cómo se vive.


El paisaje ocupa hoy en día un lugar importante en muy diversos campos de conocimiento, cala cada vez más en las preocupaciones de la sociedad y es un término que forma parte de nuestro vocabulario habitual.
En el ámbito social, conocer y valorar el paisaje supone para el ciudadano en general un enriquecimiento de sus representaciones y una concienciación sobre el peso de su cultura. Pero es evidente que el paisaje sólo se abre a los ojos de quien sabe interpretarlo, sentirlo y disfrutarlo. Giner de los Ríos (1886) abundaba sobre el valor del conocimiento del paisaje en los siguientes términos:
Entender el paisaje es abrirse a un mundo de significados, de valores y cualidades de muy variada índole, cuya comprensión ayuda sus-tancialmente a mejorar la educación del hombre. El contacto con el paisaje permite educar la inteligencia y, al tiempo, la sensibilidad y la imaginación; ayuda a incrementar y afinar simultáneamente, sin disociaciones inconvenientes, las capacidades intelectuales, éticas y estéticas de la persona... Favorece la expansión de la fantasía, el ennoblecimiento de las emociones, la dilatación del horizonte intelectual, la dignidad de nuestros gustos y el amor a las cosas morales.
(...)
El concepto paisaje ha variado mucho a lo largo de
la historia, decantándose dos características consustanciales: su dualidad como existencia real, material y objetiva, junto con su componente perceptiva, valorativa y vivencial. La primera se centra en lo que el paisaje es y contiene y la segunda atañe a cómo es percibido, vivido y valorado. Dice Portela (2002), y lo compartimos, que «cualquier paisaje es imagen de una realidad, y la realidad no es otra cosa que la permanente dialéctica entre objetividad y subjetividad. Por ello puede afirmarse que el paisaje es algo objetivo que cada uno de nosotros ve y siente subjetivamente».
Hoy en día el paisaje puede retratarse como una realidad compleja en la que se mezclan naturaleza y cultura, una fusión de materia y espíritu en un proceso que Berque denomina trayection: un hecho real, una entidad física del territorio, un espacio objetivo (el paisaje dado, lo que es); una construcción social (el paisaje construido, lo que representa); y también un escenario, una apariencia, un espacio subjetivo y simbólico que nace de la contemplación humana como fruto de las apreciaciones del observador a través de sus filtros sensoriales y culturales (el paisaje representado, cómo se vive).
Así, con el paso del tiempo, la noción de paisaje ha ido conformando lo que algunos han denominado un concepto confuso, por lo que resulta una quimera plantear una definición de síntesis que posea un carácter de universalidad. No obstante, esbozamos la siguiente definición que aspira a recoger nuestro punto de vista sobre la noción de paisaje, a integrar sus señas de identidad sustanciales, y a servir de guía argumental para el tratamiento didáctico de tales aspectos: el paisaje es una realidad espacio-temporal concreta, una expresión formal percibida e integrada por un conjunto de elementos, tanto visibles como invisibles, de origen natural, biológico y antrópico, relacionados entre sí, que constituyen un conjunto en continua evolución y transformación, al que cabe asignarle valores culturales y estéticos, y descubrir significados que interesa apreciar y proteger.
Todo un arsenal de contenidos y nociones de enorme valor y potencial formativo en torno a la idea de paisaje como ciencia, cultura y sentimiento. Y es sobre estos rasgos definitorios, como conformamos una propuesta didáctica para el tratamiento educativo del tema paisaje.
(...)
Tras la identificación y descripción de los elementos constitutivos de un paisaje, su «lectura» implica dar sentido a toda esa información, interpretarlo. Para ello, la sola visión de un paisaje no permite explicar las interrelaciones que se establecen entre sus componentes, su funcionamiento, es preciso que el observador se interrogue y busque también entre las cosas no evidentes para comprender la presencia de las manifiestas; revelar su verdad oculta, su interior, su entramado sistémico.
En suma, conocer un paisaje implica aplicar procedimientos muy diversos (percepción, orientación, localización, clasificación, distribución, descripción, usos de escalas, comparación, interacción, deducción, inducción, inferencias, etcétera, auxiliándose con instrumentos de observación y medida, de cartografía, entre otros) para extraer la mejor información sobre el mismo. Comprenderlo, a su vez, remite a lo anterior, más la tarea de adentrarse en el descubrimiento de las estructuras, en la revelación de los procesos y dinámicas que se activan en su configuración funcional. En su valoración, finalmente, se introduce la consideración de los reflejos afectivos que nos provoca, sin olvidar proponer medidas de prevención o corrección que se consideren pertinentes.

Tomado de:  Liceras, A. (2013): Didáctica del paisaje. Lo que es, lo que representa, cómo se vive. Íber Didáctica de las Ciencias Sociales, Geografía e Historia, 74, julio.



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