José Gutiérrez Pérez Universidad de Granada Natural de Macael (Almería). Doctor en Pedagogía y Profesor Titular del Departamento de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación en la Universidad de Granada. Especialista en los ámbitos de la educación ambiental (EA) y la Evaluación de la Calidad Universitaria. Desde hace dos décadas coordina el Grupo Andaluz de Investigación “Evaluación en Educación Ambiental, Social e Institucional” (HUM-890). Su línea de investigación principal está centrada en la evaluación de programas y recursos educativos, centros y metodologías de investigación en EA. Es miembro de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y forma parte de diferentes grupos de trabajo involucrados en el diseño de planes estratégicos de EA en Andalucía, Navarra y Ministerio de Medio Ambiente. Autor y colaborador en libros de referencia en el campo de la educación y el medio ambiente como: La investigación en EA en España; El espejismo de la EA; La EA, fundamentos y orientaciones extracurriculares; Criterios de la calidad de Equipamientos Ambientales, Manual de Buenas Prácticas del Monitor Ambiental.
¿Qué objetivos prioritarios deberían tener los programas de educación ambiental?
El primero de todos, el de cultivar la inteligencia ambiental del ser humano creando escenarios amigables y propicios para ello. El segundo, estimular su capacidad para negarse a hacer el juego a causas interesadas que den ventaja y privilegios a unos estilos de vida antropocéntricos o a engendros de seres robotizados a los que por alguna razón incomprensible la fábrica olvidó colocar el catalizador de la sensibilidad ambiental. Y el tercero, contribuir a la movilización crítica de la conciencia de especie dentro del delicado engranaje del universo. Soy consciente de que esto es un océano de deseos, pero podemos desmenuzarlo en mares conectados por ríos que canalicen las aguas hacia un propósito común. La EA intenta impregnar sus programas de una fuerza motriz colectiva para mover esas mareas oceánicas, una fuerza basada en la habilidad para negarse a consentir que el ser humano admita resquicio alguno para la ambición infinita, dé cobijo a los porque sí irrefutables, a las creencias acientíficas inspiradoras de argumentaciones sectarias y a los principios de fe reaccionarios e irracionales sobre los que legitimar o encubrir intereses viles, posturas egoístas o visiones cargadas de miopía ambiental.
¿Cree que disponemos de suficientes y buenas técnicas de evaluación, y que estas se aplican adecuadamente?
La EA no es un despropósito social inventado por un colectivo de lunáticos que habitan en una dimensión atemporal en la línea de tiempos históricos. Nuestra sociedad está madura para ser receptiva a sus propósitos. Si aceptamos que puede ayudar al ciudadano a construir estrategias para combatir con beligerancia las prácticas industriales y mercantiles que provocan destrucción de la naturaleza, avaricia y ostentación desenfrenada estamos admitiendo que no es un fin en sí misma. Estamos sugiriendo que cuenta con arsenales y herramientas que favorecen la crítica rigurosa al consumo desorbitado y la falacia contemporánea que sustenta el axioma de la apropiación de bienes como principio existencial. Una evaluación científica, sistemática, participada y bien planteada ha de permitirnos estimar logros, corregir errores, reajustar medios y reorientar metas. Todo ello es posible si los mediadores de los programas están debidamente cualificados y gozan de identidades profesionales sólidamente cimentadas. Y, por supuesto, sus servicios están bien pagados y la misión y visión de la institución a la que sirven es suficientemente explícita y transparente para no llevarse a equívocos a los destinatarios de los programas.
¿Cuál es el papel que tiene la universidad en la promoción de la educación ambiental y la participación?
La universidad es un ecosistema privilegiado para la reflexión, debate y creación; para formación sistemática y la innovación persistente; y para el ejercicio de la crítica continuada y la revolución permanente. Aunque ahora nuestros universitarios tengan que saltar a competir en otros territorios globalizados, su cualificación empieza a no ser cuestionada. En las dos últimas décadas hemos conseguido construir e institucionalizar un marco propicio para la producción de conocimientos profesionales en el campo ambiental, para la revisión de la cultura ambiental de los sectores profesionales y para elevar las competencias científicas y reflexivas del sector. Su papel como institución es clave para construir explicaciones convincentes del cambio y promover el entendimiento de sociedades cada vez más complejas, instaladas en mundos poliédricos en continua transformación que traspasan las tres dimensiones físicas del espacio y del tiempo, y se prolongan a lo virtual como una realidad aumentada e hiperglobalizada.
¿Qué formación considera necesaria para los educadores ambientales?
En un momento de convulsión laboral que está poniendo patas arriba el concepto de profesión, la mejor formación ha de ser aquella que nos permita adquirir autonomía intelectual y competencia profesional para el ejercicio de la profesión en ámbitos en los que la sociedad nos deposite su confianza. El Doctorado Interuniversitario de EA apoyado por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente y asentado en el CENEAM con el impulso de nueve universidades del país es un ejemplo autóctono de buenas prácticas. El Máster Interuniversitario Andaluz de EA, es un producto de nueva generación con marca de calidad y un futuro prometedor en la alternancia del debate de los perfiles profesional e investigador en que se mueve el sector.
¿Cómo puede incidir la actual crisis económica en la evolución de la educación ambiental en Andalucía?
Siendo Andalucía pionera en la apuesta educativa por la EA, estamos viendo con qué facilidad se desmorona el trabajo construido a lo largo de décadas. Hay evidencia disponible de la baja consideración que se da a nuestro sector cuando se aplican medidas ciegas de reducción de plantillas en jardines botánicos, ayuntamientos, e instituciones que venían confiando y apostando por su mar de fondo. Mantener actitudes optimistas desde las parcelas de cooperación en que cada cual nos movemos y fortalecer vínculos organizativos en diferentes direcciones del territorio y las instituciones, ha de permitirnos aguantar el tirón, hacernos fuertes y continuar nuestra trayectoria de manera imbatible.
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