Fotografía de Karmelo GB |
Se considera que la educación ambiental nace como disciplina en la Conferencia de
las Naciones Unidas sobre el medio humano, celebrada en Estocolmo en 1972. En su
germen se encuentra la necesidad de educar para el medio ambiente a fin de avanzar hacia
un modelo de crecimiento más equilibrado. Ya en esta temprana fecha se puso el acento
en que debía potenciar acciones de sensibilización dirigidas a mejorar los conocimientos,
las actitudes y los comportamientos. Para ello se establecieron dos líneas estratégicas
básicas: de un lado, la información y comunicación, y de otra, la formación y capacitación.
En 1975 la Carta de Belgrado estableció los objetivos que habrían de servir desde entonces
como referentes para cualquier acción educativa, entre los que destacan la comprensión
del medio ambiente y su problemática y la presencia y función del ser humano en él. Dos
años más tarde la Conferencia de Tbilisi señaló que la educación ambiental precisa de
un enfoque global y sistémico enraizado en una sólida base interdisciplinaria de conocimiento.
En el II Congreso de Educación Ambiental, celebrado en Moscú en 1987 a
instancias de la ONU, se adoptó la siguiente definición: “La Educación Ambiental es un
proceso permanente en el cual los individuos y las comunidades adquieren conciencia de su
medio y aprenden los conocimientos, los valores, las destrezas, la experiencia y también la
determinación que les capacite para actuar, individual y colectivamente en la resolución de los
problemas ambientales presentes y futuros”.
La Recomendación 20 de la Declaración de Salónica de 1997 instaba a los medios y
canales de información a divulgar los mensajes clave para traducir la complejidad de
los problemas en términos inteligibles para el gran público. En estos mismos términos
se expresa el Libro Blanco de la Educación Ambiental en España (1999), que califica
a los medios de comunicación –entre los que modestamente se encuentra Chronica
naturae- como agentes de información y formación social. El Libro Blanco, al igual que
la Estrategia Andaluza de Educación Ambiental (2003), expresa la necesidad de que los
medios ofrezcamos información con veracidad y rigor científico, instrumento éste básico
si queremos educar para la sostenibilidad: “Una fundamental herramienta de trabajo en
educación ambiental es la elaboración de información actualizada, fiable, contrastada, accesible,
comprensible y utilizable, que sea puesta a disposición de todos aquellos grupos y personas
implicadas, o sencillamente interesadas, en un determinado asunto”.
Este maridaje entre divulgación científica y educación ambiental se ha traducido en infinidad
de experiencias de resultado exitoso. Antes del comandante Cousteau sólo conocíamos
la superficie del océano; gracias a él cientos de millones de personas descubrimos
ese gran desconocido mundo de silencio y nos preocupamos por su frágil ecología. En
nuestro país, el añorado Félix Rodríguez de la Fuente contribuyó de manera decisiva a
crear conciencia ecológica en un momento en el que los depredadores eran considerados
alimañas, y apenas existían espacios naturales protegidos. El “efecto Félix” no fue sino
un milagro de comunicación y divulgación. El “amigo de los animales” fue un maravilloso
contador de historias que siempre contenían una enseñanza. Su labor como divulgador
ambiental fue clave para crear una cultura ecologista en España, y la transmisión
de su mensaje logró modificar no sólo las actitudes –uno de los objetivos fundamentales
de la educación ambiental-, sino también legislaciones. Lo que hoy conocemos como
Desarrollo Sostenible ya fue avanzado por él en el título de su serie más universal: “El
hombre y la tierra”.
Llama la atención que el personaje más influyente en lo que a medio ambiente se refiere
en España haya sido un divulgador, un naturalista, y no un científico; fue su poder de
comunicación lo que propició el cambio de las conciencias. Se adelantó a su tiempo
gracias a su innovadora visión global e integrada de la naturaleza que comprendía al ser
humano. Chronica naturae, en su cuarto número ya, pretende trasmitir conocimientos
científicos acreditados de forma compresible y convertirse en herramienta al servicio de
la educación ambiental. Desde Hombre y Territorio seguimos apostando por ello.
Comité editorial de Chronica naturae. Abril 2014.
Accesible en: http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4676919.pdf [Consulta 12-1-2015]
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