Buenas noticias desde el otro lado del océano de mano de la amiga Eloisa Tréllez.
Cuando se hace referencia al acercamiento a la naturaleza, surgen imágenes de bosques, ríos, lagos, aves o flores. Pocas veces aparece la sensación de que los seres humanos somos también parte de la naturaleza, venimos de ella y vivimos gracias a ella. Al parecer, la idea de ese nexo vital en ocasiones resulta disminuida, en función de otras premisas relacionadas con la urbanización, el llamado desarrollo y las diversas tecnologías.
Sin embargo, las culturas (del latín cultura, cultivo, acción de cultivar), nuestras culturas, se han formado a lo largo de siglos, en un proceso articulador con la naturaleza, aprendiendo y practicando, transformando y recibiendo. Así, la cultura puede comprenderse, en una de sus diversas definiciones, como un conjunto de saberes, creencias, prácticas, costumbres y comportamientos, que caracterizan a grupos de personas, y que se convierten en su forma de vida.
Las culturas, en su vínculo directo con la naturaleza, se sitúan en el territorio donde las personas viven y se relacionan. Sus saberes y creencias se derivan de los espacios naturales, de la manera como llegan al conocimiento, como se desarrollan sus prácticas y se organizan las actividades sociales.
Es importante recordar que el territorio es mucho más que un simple espacio físico poblado, puesto que justamente ha sido construido por los grupos sociales a través del tiempo, de acuerdo con sus tradiciones, pensamientos y proyecciones, y por lo tanto incluye los valores y las expresiones vitales de las culturas que lo habitan. De este acercamiento, o vínculo de vida, de los seres humanos y la sociedad misma, con la naturaleza y con su territorio, se ha ido conformando un conjunto de bienes materiales y espirituales, tangibles e intangibles, que llamamos patrimonio.
Siguiendo esa idea, el patrimonio, es decir, nuestros bienes, debe ser cuidado y conservado, en sus diversas expresiones naturales o culturales. La Unesco, en 1972, aprobó la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, en cuyo artículo 4 se señala que los Estados reconocen su obligación de “identificar, proteger, conservar, rehabilitar y transmitir a las generaciones futuras el patrimonio cultural y natural situado en su territorio”.
(...)
El patrimonio natural y cultural, como acabamos de ver, se relaciona estrechamente con la diversidad biocultural. Tiene profundos nexos con los saberes, con las identidades y la interculturalidad, con la valoración, el sentido y la sabiduría de quienes habitan los lugares patrimoniales, y con las emociones, conocimientos y sentimientos de quienes los visitan.
Por eso, una de las tareas más importantes al iniciar la reflexión sobre qué se entiende por interpretación del patrimonio, es plantear la necesaria búsqueda de un acercamiento respetuoso, sensible y vital de las personas a los valores que están presentes en la naturaleza y las culturas.
Al parecer, la primera vez que se usó el término interpretación fue a fines del siglo XIX, cuando el naturalista John Muir anotó en su cuaderno de apuntes: “Voy a interpretar las rocas, aprender el lenguaje de las inundaciones, las tormentas y avalanchas. Voy a conocer personalmente los glaciares y jardines silvestres y llegar lo más cerca posible del corazón del mundo”.
(...)
El objetivo general de la interpretación es dar a conocer, hacer sentir y valorar un patrimonio natural y cultural para su conservación y protección. Es decir, con la interpretación del patrimonio se pretende:
• Transmitir valores
• Compartir saberes, experiencias y vivencias
• Generar alegría, placer, interés, admiración y respeto
• Promover la reflexión y el pensamiento integrador
• Ampliar la conciencia y la percepción respecto del mundo natural, las
culturas y sus interrelaciones
• Incentivar el cuidado y la conservación de la naturaleza
• Promover cambios positivos de comportamiento
• Propiciar el respeto a las diferencias
• Fomentar la participación de los visitantes y de los pobladores del lugar
(...)
Suzete Moreira-Wachtel, Eloísa Tréllez Solís (2013): La interpretación del patrimonio natural y cultural. Una visión intercultural y participativa. Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) GmbH Programa Desarrollo Rural Sostenible (PDRS) y Ministerio del Ambiente Dirección General de Educación, Cultura y Ciudadanía Ambiental de Perú. Accesible aquí.
El presente manual, orientado a públicos diversos, representa el interés por propiciar una mayor y mejor reflexión sobre el patrimonio desde perspectivas naturales y culturales, con una visión intercultural y participativa, de manera que se logre sensibilizar a la población acerca de la importancia del cuidado y la conservación para poder avanzar hacia un futuro sostenible.
Cuando se hace referencia al acercamiento a la naturaleza, surgen imágenes de bosques, ríos, lagos, aves o flores. Pocas veces aparece la sensación de que los seres humanos somos también parte de la naturaleza, venimos de ella y vivimos gracias a ella. Al parecer, la idea de ese nexo vital en ocasiones resulta disminuida, en función de otras premisas relacionadas con la urbanización, el llamado desarrollo y las diversas tecnologías.
Sin embargo, las culturas (del latín cultura, cultivo, acción de cultivar), nuestras culturas, se han formado a lo largo de siglos, en un proceso articulador con la naturaleza, aprendiendo y practicando, transformando y recibiendo. Así, la cultura puede comprenderse, en una de sus diversas definiciones, como un conjunto de saberes, creencias, prácticas, costumbres y comportamientos, que caracterizan a grupos de personas, y que se convierten en su forma de vida.
Las culturas, en su vínculo directo con la naturaleza, se sitúan en el territorio donde las personas viven y se relacionan. Sus saberes y creencias se derivan de los espacios naturales, de la manera como llegan al conocimiento, como se desarrollan sus prácticas y se organizan las actividades sociales.
Es importante recordar que el territorio es mucho más que un simple espacio físico poblado, puesto que justamente ha sido construido por los grupos sociales a través del tiempo, de acuerdo con sus tradiciones, pensamientos y proyecciones, y por lo tanto incluye los valores y las expresiones vitales de las culturas que lo habitan. De este acercamiento, o vínculo de vida, de los seres humanos y la sociedad misma, con la naturaleza y con su territorio, se ha ido conformando un conjunto de bienes materiales y espirituales, tangibles e intangibles, que llamamos patrimonio.
Siguiendo esa idea, el patrimonio, es decir, nuestros bienes, debe ser cuidado y conservado, en sus diversas expresiones naturales o culturales. La Unesco, en 1972, aprobó la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, en cuyo artículo 4 se señala que los Estados reconocen su obligación de “identificar, proteger, conservar, rehabilitar y transmitir a las generaciones futuras el patrimonio cultural y natural situado en su territorio”.
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El patrimonio natural y cultural, como acabamos de ver, se relaciona estrechamente con la diversidad biocultural. Tiene profundos nexos con los saberes, con las identidades y la interculturalidad, con la valoración, el sentido y la sabiduría de quienes habitan los lugares patrimoniales, y con las emociones, conocimientos y sentimientos de quienes los visitan.
Por eso, una de las tareas más importantes al iniciar la reflexión sobre qué se entiende por interpretación del patrimonio, es plantear la necesaria búsqueda de un acercamiento respetuoso, sensible y vital de las personas a los valores que están presentes en la naturaleza y las culturas.
Al parecer, la primera vez que se usó el término interpretación fue a fines del siglo XIX, cuando el naturalista John Muir anotó en su cuaderno de apuntes: “Voy a interpretar las rocas, aprender el lenguaje de las inundaciones, las tormentas y avalanchas. Voy a conocer personalmente los glaciares y jardines silvestres y llegar lo más cerca posible del corazón del mundo”.
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El objetivo general de la interpretación es dar a conocer, hacer sentir y valorar un patrimonio natural y cultural para su conservación y protección. Es decir, con la interpretación del patrimonio se pretende:
• Transmitir valores
• Compartir saberes, experiencias y vivencias
• Generar alegría, placer, interés, admiración y respeto
• Promover la reflexión y el pensamiento integrador
• Ampliar la conciencia y la percepción respecto del mundo natural, las
culturas y sus interrelaciones
• Incentivar el cuidado y la conservación de la naturaleza
• Promover cambios positivos de comportamiento
• Propiciar el respeto a las diferencias
• Fomentar la participación de los visitantes y de los pobladores del lugar
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Suzete Moreira-Wachtel, Eloísa Tréllez Solís (2013): La interpretación del patrimonio natural y cultural. Una visión intercultural y participativa. Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) GmbH Programa Desarrollo Rural Sostenible (PDRS) y Ministerio del Ambiente Dirección General de Educación, Cultura y Ciudadanía Ambiental de Perú. Accesible aquí.
El presente manual, orientado a públicos diversos, representa el interés por propiciar una mayor y mejor reflexión sobre el patrimonio desde perspectivas naturales y culturales, con una visión intercultural y participativa, de manera que se logre sensibilizar a la población acerca de la importancia del cuidado y la conservación para poder avanzar hacia un futuro sostenible.
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